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Iván Cepeda: El pueblo colombiano está harto del uribismo

…la Comisión Interamericana de Derechos Humanos señaló que era evidente que en el seno del Estado colombiano existe una lógica bélica para tratar la inconformidad social.

El Estado colombiano tiene como doctrina una política de guerra contra el pueblo.

Yásser Gómez Carbajal
Revista Mariátegui
25/08/21

Iván Cepeda senador por el Polo Democrático Alternativo, defensor de los derechos humanos, promotor de la paz y referente de la izquierda colombiana conversó con la Revista Mariátegui sobre la coyuntura en su país y en América Latina.

—Hace poco el Estado colombiano firmó un Acuerdo de Paz con las FARC. Sin embargo, tiene una doctrina de guerra que utilizaba contra los grupos alzados en armas, mientras hoy se utiliza para la represión de las protestas.
—El proceso de paz ha sido un hito histórico en la vida del país, y ha permitido avanzar en la solución de una parte del conflicto y de la violencia que desde hace décadas azota a Colombia.

A pesar que los enemigos del proceso han intentado por todas las vías acabar con él y debilitarlo, no lo han podido hacer. Así que esa ha sido una victoria, del hecho que el Gobierno que ha tenido lugar en medio de la implementación del acuerdo del 2016, pues es un Gobierno enemigo del Acuerdo de Paz y del Proceso de Paz, así que lo construido en esa materia que es muy significativo, ha sido una victoria del pueblo colombiano, en materia de lograr ese objetivo político de esta etapa de nuestra historia en Colombia, que es la construcción de la paz.

El hecho es que décadas de conflicto armado y de violencia estatal no se resuelven en pocos años y por lo tanto la realidad es que Colombia sigue teniendo un Estado militar y militarista, que libra distintas confrontaciones armadas pero que también aplica los métodos más violentos para reprimir cualquier forma de oposición, inconformidad que se presenta en la sociedad.

Si bien en los escenarios urbanos esa represión siempre ha estado presente, los peores episodios de esa violencia estatal se han visto en las zonas rurales del país, pero a raíz del crecimiento de la inconformidad y de la movilización social que han tenido distintas expresiones en la última década, y de manera particular de los movimientos que se han dado desde el 28 de abril.

Pues esa represión ha sido atroz, al punto que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en un informe que emitió después de visitar Colombia, dijo que la policía utiliza la fuerza letal, es decir no solamente una fuerza desproporcionada para contrarrestar la movilización pacífica, sino acciones de carácter criminal, porque eso no tiene otro nombre distinto.

Además, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos señaló que era evidente que en el seno del Estado colombiano existe una lógica bélica para tratar la inconformidad social. Es decir, que esa ideología del tratamiento militar a la movilización social hoy es parte integral del Estado y del Gobierno. La tarea fundamental hoy en términos políticos es derrotar ese militarismo y avanzar en una política de paz total, lo que hemos llamado la paz total, es decir, el poder emprender un esfuerzo, que no solamente complete lo que se alcanzó en el 2016 sino que ponga término final a todas las formas de violencia que son distintas y múltiples en la sociedad colombiana.

Las protestas en Colombia tienen un carácter emancipatorio.

—¿Cómo definiría esta continua protesta en Colombia?
—Como en otras partes del mundo, porque este no es un fenómeno exclusivo de nuestro país, las movilizaciones sociales se han ido transformando en verdaderos movimientos emancipatorios y de exigencia de transformación social en muchas partes, lo hemos visto en España, Chile, para mencionar dos ejemplos recientes.

En ese mismo rango de movilización se ubica lo que está ocurriendo en Colombia, es decir, ya no se trata simplemente de la expresión de una indignación o de una rabia, como se dijo en un momento, sino de una ciudadanía, que está harta de la ausencia de respuestas a problemas sociales muy profundos, y que ya no se conforma con simplemente salir una tarde a desfilar por una calle y expresar solo en ese momento su indignación.

Aquí hay movimientos que tienen ya un carácter permanente, y que tienen las exigencias no solo reivindicatorias y puntuales, sino objetivos políticos mucho más trascendentes. Y eso es lo que estamos viendo en Colombia.

—¿El Gobierno toma en cuenta como interlocutores a los voceros de las organizaciones que lideran las protestas?
—Lo primero es que Colombia está a puertas de un proceso electoral, que en la práctica se ha iniciado con las campañas que ya se están desplegando, tendientes primero a las elecciones del Congreso de la República en marzo del 2022 y posteriormente en junio y julio vendrá la elección presidencial, si es que hay dos vueltas para definir el cambio de Gobierno.

En ese horizonte, las expresiones de movilización indefectiblemente van a tener repercusiones políticas, la forma en que la van a tener lo veremos en su momento. Por ahora el Gobierno ha elegido el peor de los caminos, que es el de cerrar la puerta a la interlocución y el diálogo, ha decidido optar por la represión y la violencia de Estado para intentar de una manera arbitraria acabar con las movilizaciones.

Y el hecho que estas se hayan prolongado hasta hoy, también está relacionado con que el Gobierno optó por no dialogar. Y ante eso no hay otra salida porque la ciudadanía no está dispuesta al mismo tipo de remedo de soluciones, que han sido utilizados hasta ahora.

Lo que se quiere es un cambio, en ese sentido esa negativa del Gobierno a asumir el diálogo, obviamente tiene como repercusión que se acentúan en las movilizaciones y la protesta.

—Hace tiempo la política exterior colombiana está subordinada a los EEUU, y en los últimos años Colombia se ha convertido en una cabecera de playa contra Venezuela ¿Cuál es su análisis?
—El cambio en la política exterior colombiana ha sido evidente, que, si bien Colombia ha sido un país muy cercano, un aliado de los EEUU en la región, bajo este Gobierno en particular, ese apoyo incondicional ha ido asumiendo otras formas. Y es el de una intromisión y una injerencia abierta en varios de los países de la región. Y no es solo los episodios que se han presentado contra Venezuela sino también hubo una reciente intromisión en el proceso electoral en Ecuador.

Cuando de una manera absolutamente oportunista, el fiscal colombiano muy cercano al presidente Iván Duque, apareció con un informe de una supuesta alianza entre el candidato opositor en Ecuador y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Pero también hay que recordar una injerencia descarada en las elecciones de los EEUU, cuando sectores del partido de Gobierno colombiano del Centro Democrático y al parecer también personal diplomático de Colombia, pues decidió hacerle campaña al Partido Republicano y al candidato-presidente Donald Trump para su reelección en el Estado de La Florida y en algunos distritos de Miami. Tema que tuvo un costo importante para las relaciones con el nuevo Gobierno del Partido Demócrata.

Además, hay que recordar toda la campaña que se ha desarrollado contra Cuba como país garante del Acuerdo de Paz o para terminar este recuento con algunos de los hechos más graves, este episodio en el que aparecieron mercenarios colombianos en el asesinato del presidente de Haití Jovenel Moïse, demuestra que la política exterior colombiana se ha convertido en injerencista, porque ya no solo se trata de hacer diplomacia en contra de determinado tipo de posturas políticas en el continente sino de intervenir abiertamente en los asuntos de política interna de los países latinoamericanos. Esa es la realidad de lo que hoy ocurre en Colombia.

Para Cepeda las protestas tendrán repercusiones en las próximas elecciones.

—En el contexto latinoamericano ¿Qué opinión le merece la asunción del presidente Pedro Castillo?
—Es un hecho trascendental en la vida del Perú, un cambio de Gobierno que no es como otros que han ocurrido, aquí se trata no solo de un simple relevo político sino de un cambio importante.

Ha entrado al Gobierno un presidente que no solo tiene una clara decisión de buscar unos cambios, sino también un representante hasta donde pude percibir en su discurso el 28 de julio, que me impactó, un representante de sectores populares y rurales que con un discurso sencillo ha hecho un planteamiento que tiene un carácter social, y que tiende puentes con distintos sectores de la sociedad peruana.

Escuché atentamente mensajes al empresariado, a las fuerzas militares, al Congreso, me parece que son mensajes en los que se busca de manera constructiva encontrar soluciones a problemas que son evidentes, que tienen que ver, como en muchas partes del mundo, en como la pandemia ha acentuado problemas estructurales en las sociedades latinoamericanas.

Por eso creo que ha ocurrido algo muy importante, espero que el Gobierno tenga éxito en los propósitos anunciados.

—En las próximas elecciones presidenciales de Colombia, que expectativas hay para que las protestas hoy con gran organización se reflejen no solo en el Parlamento sino también para que la presidencia cambie de rumbo político.
—La realidad es que es perceptible hoy en la sociedad colombiana una gran insatisfacción con el Gobierno actual pero incluso más allá es con el uribismo, es decir con la corriente y de la cual es caudillo el expresidente Álvaro Uribe. Y lo que ha puesto en evidencia en esta movilización gigantesca en Colombia, es un franco hastío de los valores que representa para el país, de las ideas y de los métodos que ha empleado. Y lo que es evidente es que hay un clamor por un cambio político en Colombia.

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