San Martín y Bolívar admiraban el genio militar e intelectual de Monteagudo.
José Luis Ayala
Revista Mariátegui
13/05/21
El alevoso asesinato de Bernardo Monteagudo, fue un hecho decidido, financiado y encubierto por la aristocracia política limeña, el crimen ocurrió el 28 de enero de 1825. A pesar de los esfuerzos de Bolívar por conocer la verdad de los hechos, fue declarado culpable el afrodescendiente Candelario Espinoza, quien presionado aseveró haber asesinado a Monteagudo clavándole un puñal en el pecho. Monteagudo llegó a Lima acompañando a San Martín, fundó la segunda Sociedad patriótica, fue miembro de la Logia Lautaro, fundó la Biblioteca Nacional.
Una acción histórica que se propuso Monteagudo, fue fundar una nueva clase política que se hiciera cargo de la administración de la República. Pero al mismo tiempo establecer un distinto sistema educativo democrático, capaz de administrar un Estado próspero y democrático. Esos hechos significaban la desaparición de una clase social beneficiada en la colonia y, no estaba dispuesta a perder el poder que tenía. ¿Cuál era la solución? Mandar a matar a Monteagudo.
Monteagudo conocía muy bien a la aristocracia política limeña, por eso escribió: “Para demostrar que las ideas democráticas son absolutamente inaceptables en el Perú, yo no citaré al autor del Espíritu de las leyes, ni buscaré los archivos del género humano argumentos de analogía, que mientras no varíe su constitución física y moral, probarán siempre lo mismo en igualdad de circunstancias. Las autoridades y los ejemplos persuaden poco, cuando las ilusiones del momento son la que dan ley. Solo un raciocinio práctico puede entonces suspender el encanto de las bellezas ideales, y hacer soportable el aspecto severo de la libertad”. (1)
Una sociedad como la peruana donde el sistema colonial tenía (tiene) profundas raíces con más de trescientos años, cambiar la mentalidad sumisa y establecer una democracia republicana, era una tarea imposible. Pero Monteagudo persistió en sus ideales liberales y trató de impulsar, no solo un sistema educativo, sino que además diera acceso al poder a jóvenes y adquieran experiencia en el manejo del Estado.
Como político, masón, escritor, intelectual y dueño de una gran cultura humanista, escribió: “La moral de los habitantes del Perú, considerada con respecto al orden civil, no podría ser otra que la de un pueblo que ha sido esclavo hasta el año 24, y que aún lo es en mucha parte de su territorio. La censura a que están sujetas sus costumbres y en este punto de vista, es un argumento de execración contra España, y un motivo más para sustraer aquel país de las nuevas desgracias en que vería envuelto por la falta de sobriedad en la reforma de sus instituciones. Sus principales y más antiguos hábitos han sido: obedecer a la fuerza, porque antes nunca ha gobernado la ley; servir con sumisión para desarmar la violencia, y ser menos desgraciado; atribuir a las clases privilegiadas esos derechos imaginarios, que todo gobierno despótico sanciona, interesado en exaltar a los primeros que oprime, para que éstos sean opresores a su turno. En fin, ser todos, en general, esclavos y tiranos a la vez, desde los que ocupaban el rango más elevado, hasta los que dirigían el trabajo de los negros en las plantaciones de la costa. La cadena era siempre la misma, aunque algunos eslabones brillasen más que otros”.
¿Cierto o mentira? Monteagudo tenía razón. Tanto San Martín como Bolívar admiraban el genio militar e intelectual de Monteagudo. La oligarquía limeña logró que se lo expulsaran, pero regresó. Entonces, qué hacer, mandarlo a matar. Al referirse a la tarea que se había impuesto, escribió: “Expuestas las razones que tuve para restituir aquellas ideas, voy a hablar del tercer principio que me propuse seguir en mi administración: fomentar la instrucción pública y remover todos los obstáculos que la retardan. Yo creo que el mejor modo de ser liberal y el único que puede servir de garantía a las nuevas instituciones que se adopten, es colocar la presente generación a nivel de su siglo y unirla al mundo ilustrado por medio de las ideas y pensamientos, que hasta aquí han sido prohibidos para que la separación dure más.” (Pág.172)
Por sus juicios es posible apreciar su fe en la democracia, hecho que enardeció el odio de los herederos de la colonia: “El último principio que me propuse por norma de mi conducta pública, fue preparar la opinión del Perú a recibir un gobierno constitucional, que tenga todo el vigor necesario para mantener la independencia del Estado y consolidar el orden interior, sin que pueda usurpar la libertad civil, que la Constitución conceda al pueblo, atendidas las circunstancias públicas y morales en que actualmente se halla. El Perú, como todo Estado que acaba nuevamente de formarse, necesita suplir la responsabilidad que imprime el tiempo a las instituciones humanas, con la mayor energía en las atribuciones y ejercicio del poder ejecutivo a quien toca defender los derechos que emanan de la independencia nacional”. (2)
¿Alguna vez se sabrá quiénes mandaron a matar a Monteagudo?
NOTAS
1.- Pensamiento político de la emancipación 1790-125. XXIV de la Fundación Ayacucho. José Luis Romero y Luis Alberto Romero. Pág. 169. Caracas, 2012.
2.- Pensamiento político de la emancipación 1790-125. XXIV de la Fundación Ayacucho. José Luis Romero y Luis Alberto Romero. Pág. 173. Caracas, 2012.