Javier Milei saluda a Klaus Schwab, director del Foro Económico Mundial.
Giancarlo Castiglione Guerra
Revista Mariátegui
26/04/24
“Un Estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el que los jefes políticos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar a una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción, porque ya amarían su esclavitud”.
Aldous Huxley
Hace algunas décadas las utopías, de izquierda y derecha movilizaban a importantes sectores de la población, pero con el denominado “fin de la historia” anunciado por Francis Fukuyama tras la caída del muro de Berlín, se inauguraba un nuevo ciclo de bienestar y prosperidad para la humanidad de la mano de las democracias liberales.
Tras el fin de la guerra fría y la aparente desaparición de las contradicciones ideológicas, el mundo no ha transitado necesariamente a ser mejor, las tensiones geopolíticas se han incrementado en los últimos años y el mundo parece debatirse entre el infierno climático y el invierno nuclear.
Lo que se ha entronizado es la sociedad de consumo, la lógica de comprar, usar y tirar, que no solo aliena a las personas, que contamina y destruye el planeta. Que ha terminado resignificando el sentido de la existencia humana alrededor de la compra de productos y servicios de escasa o nula utilidad que les proporciona “status” o una diferenciación aparente frente a otros que en realidad es parte de una estrategia homogenizadora, para el tránsito de lo que McLuhan denominaba en términos positivos como aldea global.
¿Qué diferencia a jóvenes de extracción popular o de clase media argentinos, limeños, bogotanos o caraqueños?, poco o casi nada, tienen básicamente los mismos gustos musicales, sus preferencias de vestimenta están alrededor de un conjunto restringido de marcas de ropa global, al que acceden en sus versiones originales o de imitación según su capacidad adquisitiva.
La sociedad de consumo no solo ha homogenizado las preferencias en torno a la vestimenta y al consumo en materia de tecnología. Mediante la industria cultural se está modelando desde edades tempranas los sueños, anhelos y expectativas de las personas. Incluso podría decirse que a mutilado y vaciado de contenido los conceptos de rebeldía y radicalidad que han terminado siendo domesticados.
El mensaje es claro, trabaja, consume y distraete, los temas públicos déjalos a los políticos y economistas, son ellos los que saben, disfruta todo lo que puedas, mientras puedas, si triunfas es porque eres mejor que los otros, si fracasas es tu responsabilidad y no te quejes. Es así que los estudiantes de los últimos años de las principales universidades públicas del país, por ejemplo, conocen mejor los líos amatorios de las figuras del espectáculo, que como se utilizan los recursos de su facultad o que se hace con el dinero que recaudan sus casas de estudios. Si eso sucede con la gente que aparentemente que está destinada a ser parte de la élite de sus países ¿qué se puede esperar del poblador promedio?
Giovani Sartori en el “Homo Videns” da cuenta de la involución del ser humano que pasa de ser un homo sapiens a convertirse en un homo videns, en el que se va restringiendo gradualmente su capacidad de raciocinio y la posibilidad de entender contenidos complejos, hoy en día, con el predominio de las redes sociales y de las fake news, el escenario pesimista planteado por Sartori, empalidece y puede hablarse con mayor contundencia de una sociedad que retrocede en vez de avanzar.
Esta sociedad que está en un franco proceso involutivo, también se lumpeniza, crecientes grupos de la población, al no poder acceder al consumo desenfrenado que se muestra en los medios de comunicación y en la industria cultural, no se resignan a un destino de pobreza y exclusión, al no lograr entender las causas estructurales de sus condiciones de vida expresan su rebeldía y hartazgo frente a la creciente desigualdad mediante el crimen.
Es así que hoy en día tenemos redes criminales transnacionales conformadas por hombres y mujeres a los que no les importa matar, robar o prostituirse para acceder al mercado de consumo, los referentes juveniles que antes eran científicos, pensadores o deportistas destacados hoy son: Pablo Escobar, Caracortada o las muñecas de la mafia, lo importante es el dinero, no importa cómo.
En ese escenario de civilización del espectáculo, que los medios han construido, en un escenario de creciente incertidumbre y de aumento de la violencia surgen propuestas aparentemente novedosas, como las de Milei, que no son más que un remix de las ideas y medidas ya implementadas por Alberto Fujimori, Carlos Menem y Augusto Pinochet, en materia económica y se presentan como una gran novedad, planteando que hay que disminuir impuestos, desregular todo lo que se pueda, eliminar los derechos de los trabajadores, así como desproteger el medio ambiente, propuestas que finalmente benefician a los sectores oligárquicos de la sociedad.
Mientras en aproximadamente cuatro meses el número de muertos en Gaza es de casi 30 mil personas Javier Milei dice sin mayor empacho en el Foro de Davos “no hubo nunca en la historia de la humanidad un momento de mayor prosperidad que el que vivimos hoy, el mundo de hoy es más rico, más pacífico, más libre y más próspero que en cualquier otro momento de nuestra historia”.
Como en la novela “1984” de George Orwell se pretende reescribir la historia y tener una interpretación antojadiza de la realidad y claro en una sociedad de la desinformación, las mentiras dichas de manera sistemática terminan apareciendo como una verdad, tal como lo hacía Goebbels en la Alemania Nazi.
Para los Milei, los Trump y los Bolsonaro, no existe el cambio climático, los derechos laborales son un estorbo, incluso el sueldo mínimo debería desaparecer, pues como el mercado es perfecto, los empleadores ofrecen puestos de trabajo y la gente es libre de aceptarlos o no, así como es libre para morirse de hambre junto a su familia. En sus sociedades meritocráticas, los niños de la Amazonía y de las zonas rurales altoandinas compiten en igualdad de condiciones con niños privilegiados que estudia en un colegio como el Franco Peruano.
Las palabras pierden su contenido y ya no existen trabajadores, lo que hoy tienen las empresas son “colaboradores”, a los que no se les despide arbitrariamente, sino se les desvincula laboralmente. Es así que es mejor hablar de consumidores y ya no de ciudadanos, los primeros consumen, los segundos reclaman derechos y eso hoy en día es casi subversivo.
Transitamos así en un mundo en el que hay un exceso de información poco relevante que oculta lo realmente importante para nuestras sociedades y en la que los grupos de poder que promueven a los Milei, los Trump y los Bolsonaro de las diferentes partes del mundo, que lo que en realidad buscan es una restauración conservadora, donde las mayorías estén contentas, como en la antigua Roma, pero en esta ocasión con poco pan y mucho circo.